Cholo Simeone llegó el verano del 1992 de la mano de Bilardo y bajo la tutela de otro argentino, Diego Armando Maradona. En Sevilla, en dos años, creció, se consagró y maduró de la mano del ‘Narigón’ y Luis Aragonés
El verano de 1992 es, sin duda, uno de los más revueltos hasta aquel momento: desde la organización como club a la conformación de la plantilla. El Sevilla FC inicia el proceso para convertirse en Sociedad Anónima Deportiva, con motivo de la Ley 10/1990 del Deporte del 15 de octubre. Tras dos buenas temporadas (89-91) bajo las órdenes de Vicente Cantatore, que colocó al equipo 6º en la primera temporada con Polster, la pareja Conte-Carvajal y la clasificación a UEFA; y en 8º posición, con las llegadas de Iván Zamorano y Juan Carlos Unzué. Ya en la 91/92, Víctor Espárrago toma las riendas de un club que debe aguantar la dura salida de Polster, De La Fuente y Herrero, pero con las llegadas de Cortijo, Del Campo y Marcos, además del campeón mundial juvenil con Yugoslavia, Davor Suker. El equipo comienza entre las cuatro primeras posiciones para el arranque de liga, con buena sensaciones, pero en el meridiano de la competición comienza a caer hasta colocarse en la duodécima posición a final de temporada. Volver a Europa era la prioridad, por lo que Luis Cuervas decide traer a uno de los más grandes entrenadores de América del Sur, una leyenda viva de la pizarra. La llegada de Carlos Salvador Bilardo se da en un contexto social bañado por lo mediático, por las cámaras y la euforia de la ciudad en plena Expo 92. El famosísimo seleccionador argentino llegaba a la capital andaluza para afrontar un bonito reto en España. Como no podía ser de otra forma, desde el primer momento trató de argentinizar al equipo con las llegadas de Diego Armando Maradona y un jovencísimo Diego Pablo Simeone.
La vuelta del ‘10’ a los terrenos de juego se llevaría la atención de todos los periodistas y aficionados. El nombre de Sevilla sonaría por todo el mundo y no era mentira lo que Bilardo afirmó. La llegada del Dios del fútbol vino por insistencia del técnico al presidente de aquel entonces, Cuervas: “por los precios que se barajan en el mercado internacional, Maradona es regalado y, por tanto, una buena posibilidad”. Tal fue su voluntad por redirigir la carrera del pelusa que le llegó a comentar a Cuervas que, “si no viene Diego, yo agarro mi valija y me vuelvo a Buenos Aires”. 86 días de negociaciones con el Nápoli que terminan con el “Pibe, sos libre” de su representante Marcos Franchi.
En ese verano, el Sevilla FC vendía a Zamorano y Nando al Real Madrid y esperaba compensaciones por Villarroya y Luis Enrique. El primer entrenamiento de Bilardo estuvo compuesto por 14 jugadores. Destacados los durísimos métodos de entrenamiento de Bilardo a su llegada a Sevilla e impensables a día de hoy: entrenamientos programados en sesiones de cuatro horas matinales (de 07:30 a 11:30) y de dos por la tarde, con temperaturas de más de 38 grados. ¿La explicación del entrenador? “Un jugador profesional no puede tener calor, ni frío, ni hambre, ni nada de esto”.
Mientras tanto, se ultimaba la contratación de un argentino, otro, que no era, ni más ni menos, que Diego Pablo Simeone, jugador del Pisa. El Sevilla FC esperaba a que finalizara el plazo de inscripción de jugadores extranjeros en Italia para ficha al jugador a un precio menor. Un joven de 22 años, una promesa del fútbol que llega de la mano de Carlos Salvador Bilardo como avalista y que aterrizó en Europa en el Pisa Calcio, donde apenas estuvo dos temporadas y la última de ellas en la Serie B. Cholo Simeone no dudaría ni un segundo en elegir al Sevilla como su trampolín, más aún ante la idea de ser dirigido por “El Doctor” y compartir vestuario con el ídolo argentino. El 29 de julio firmaría por cuatro temporadas y el Sevilla pagaría 160 millones de pesetas y caería directamente en la concentración de pretemporada en Sancti Petri, para disputar al día siguiente su primer partido.
Diego Pablo Simeone se convirtió, junto con Davor Suker, en la pareja de extranjeros más llamativa de la Primera División. Ambos se fueron rumbo a la capital sin antes dejar un sabor de boca incomparable en la afición del Sevilla FC. El Cholo era el alma del equipo, un jugador que recorría kilómetros en el campo persiguiendo la pelota, cortando y recuperando la posesión, distribuyendo y organizando al equipo y, con corazón y garra, tirando de él hasta la victoria. Para su posición, el Cholo anotó 16 goles en 73 partidos, muchos ellos para darle la victoria al equipo. En su segunda temporada fue el segundo máximo anotador del equipo, tras Davor Suker. Futbolista de portería a portería, robando en su área y rematando, en la misma jugada, en la contraria. También era un jugador duro, de fútbol contacto y mucha picardía. 15 amarillas y 2 rojas en la 93/94, misma temporada en la que Romario le propiciaría un tremendo puñetazo tras varios encuentros y provocaciones de todos los colores.
En España, en esa temporada 91-92, el debate sobre los diferentes estilos de juego pondrían en la mirilla a Carlos Salvador Bilardo y Jorge Valdano, con el “antifutbol” o “resultadismo” frente al “fútbol espectáculo” de este último. El duelo entre dos filosofías, Bilardistas contra Menotistas -de Menotti-, cruzaba el charco con estas dos figuras. Tampoco gustaba al ‘Doctor’ el fútbol de la escuela sevillana: un fútbol más de toque, quizás más afín a su contraposición, de pases más cercanos adornados con filigranas sucesivas para llevar la pelota a campo contrario. Bilardo no creía en eso, ni en el fútbol vistoso ni en la técnica, porque a fin de cuentas, lo importante era ganar.
En esas contó con un chico aguerrido, un pulmón. Cholo Simeone disputaría con Bilardo 33 partidos. Tanto con el Narigón como con el ‘Sabio de Hortaleza’, Simeone puliría, a su temprana edad, su carácter de líder, de leer y entender el juego del equipo y las diferentes situaciones de los partidos.
Monchu, delantero de ese Sevilla de la 92-93, confirmaba su osadía en El Mundo: “Era de los más jovencitos, pero tenía voz y voto. Le ponía emotividad al partido y se hacía notar cuando nos reuníamos, siempre tenía algo que decir y a veces era el que más hablaba”. Después de los años, y una vez iniciada su carrera como técnico, todos sus excompañeros mencionan la autoridad que tenía Simeone como jugador y que, más tarde, ha demostrado como entrenador.
Si con Bilardo el fútbol del Cholo Simeone era más de guerrear en la zona de mediocampo y trasladar la pelota a campo contrario, con Luis Aragonés en la 93-94 su posición se vería más adelantada, con más llegada a portería rival y, por ende, con su registro goleador aumentado. En su primera temporada anotó 5 goles en 35 partidos, mientras que bajo las órdenes de Aragonés anotaría 11 goles en 38 partidos.
<< No renovaré: hay voluntad, pero no dinero >>
Dos páginas dedicaba el ABC, un 30 de mayo de 1994, a la posible salida del Cholo Simeone. Al jugador le entraban ofertas y cantidades extraordinarias cantadas por su agente mientras que en Sevilla, tanto Luis Cuervas como José María Del Nido -por aquel entonces vicepresidente-, no pagaban ni las primas con las que tanto engolosinaron a aquella plantilla.
“Si sólo dependiera del aspecto humano, seguiría en el Sevilla. Me siento muy bien en el club pero quiero que los aficionados comprendan que varios equipos de categoría me ofrecen mucho más de lo que cobro actualmente y que eso es muy importante para un futbolista. Si las cosas siguen como hasta el momento, si el Sevilla no se acerca a lo que otros ofrecen, cuando termine los dos años que me restan y tenga la carta de libertad tendré que marcharme. Ellos quieren que me quede, pero es el momento para que Cuervas haga una inversión. Mi continuidad depende de Luis Cuervas, sé que a él, como a mí, le encantaría que yo siguiera más años, pero no hay forma de encontrar el dinero que yo pido”.
Simeone llegó en el verano de 1992 cobrando 28 millones de pesetas y un porcentaje mínimo del traspaso de su club de procedencia, que se cifró en 160 millones. Además, el Pisa le regaló un coche. El Sevilla FC le prometió cobrar a los 3 años unos 35 millones de ficha, sumadora esas primas que no cobraron por dos años ni él ni la plantilla de aquellos dos años.
El Real Madrid lo intentó en su día, pero no se pudo hacer por la llegada de Valdano. El otro pujador era el Atlético de Madrid y otros clubes españoles que no terminaron de dar el golpe sobre la mesa. El Real Madrid se llevaría a la otra joya de la corona, el croata Davor Suker, mientras que Jesús Gil, ayudado por el entrenador del Sevilla, Luis Aragonés, empujaron al Cholo a jugar en el Calderón. “Pero usted a qué está esperando para irse para allá”, le comentó ‘El Sabio de Hortaleza’.
Sin embargo, a pesar de su salida del club, un poco amarga, Simeone cayó de pie en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Aunque en la capital andaluza gusta mucho el buen fútbol y el futbolista fino y elegante, su afición es inteligente y justa, por lo que se convirtió en un ídolo fruto de su desempeño, tesón y esfuerzo en el campo. El cariño que obtuvo por parte del sevillismo fue tal que, cuando volvió a Nervión ya con la camiseta del Atlético de Madrid, la afición entonó otra vez el mítico “Ole, ole, ole, Cholo Simeone”.